La haraganería es dañina para las personas humanas y cuando el haragán llega a ocupar un puesto público, todavía hace mucho más daño, porque un haragán administrando la Nación, es una persona que no se va a ocupar de hacer lo que la Nación necesita. En mi casa me enseñaron que no debo ser haragán y ese sentido del trabajo, ese valor de no detenerse ante las dificultades de la vida, ese saber empujar la vida, hace que una persona pueda ser honrada y valiosa. Por eso, frente al haragán, hay que proclamar tantas veces: el valor del trabajo, y para lograrlo, hay que educarse para ello.